COMO TE VEN TE TRATAN

Hace rato que comenzó a circular el término “tareas de cuidado” obviamente empujado desde el movimiento feminista como cada concepto, a los codazos.

Hace unos años la cobertura previsional de las mujeres comenzó a subir gracias a una política activa: jubilación de amas de casa. Ese número había comenzado a bajar.

Amas de casa, tareas de cuidado, los términos van cambiando pero la realidad de las mujeres no se modifica: las tareas de cuidado recaen sobre los hombros de las mujeres. Durante la pandemia esta realidad se hizo más visible, o más dramático. Las criaturas no concurrían a la escuela y al principio nadie concurría a sus puestos de trabajo, lo cual implicaba que toda la vida transcurría puertas adentro.

Las tareas de cuidado implican la gestión del hogar y de las personas que por algún motivo no tienen autonomía: niños, niñas, personas con discapacidad, personas adultas mayores, entre otras. Todo esto se mide en TIEMPO que se destina desinteresadamente, o sea SIN SALARIO. Quizás hayan visto alguna pintada que reza: ESO QUE LLAMAN AMOR ES TRABAJO NO REMUNERADO.

Una especie de “hilo rojo” comenzó a unir estos dos extremos: jubilación-mujeres en una política que reconoce años de aportes previsionales por cada hijo-hija que la mujer haya criado.

Muy lindo y justo todo, pero como decía hace tiempo un presidente del otro lado de la cordillera ante el reclamo por la educación pública gratuita “alguien lo tiene que pagar». Casualmente (o no) un Cortesano Supremo de ese mismo lado de la cordillera dijo “No puede haber un derecho detrás de cada necesidad porque no hay suficientes recursos para satisfacer todas las necesidades”.

Volvamos a este lado y retomemos el concepto de tareas de cuidado y jubilación. A la hora de afinar el lápiz, se decidió otorgar años de aportes solamente por los cuidados destinados a “las bendiciones”. Hay distintas modalidades para acreditar el hecho de “ser madre” con distintos grados de reconocimiento. Es una buena noticia, sin dudas. Se anuncia con bombos y platillos en un acto oficial con un discurso bien progresista y con la satisfacción que cada tanto permite el progresismo, que es la de reconocer derechos. Con sus limitaciones, con sus arbitrariedades, con sus disconformidades, seguro pero no deja de ser un paso adelante que permitirá a muchas mujeres que han sido madres acceder a una jubilación.

El júbilo por la noticia ciertamente se empañó cuando comenzó a inundar los medios de comunicación la campaña de difusión sobre el tema. Un punto muy importante, porque es el vehículo por medio del cual las políticas públicas llegan a las personas destinatarias.

Al escuchar la publicidad en la radio y verla en su modo audiovisual, caí en la cuenta que había un requisito que nadie hasta el momento había mencionado: tener poderes de adivinación. No alcanza con ser madre, sino que además hay que parecerlo. Ustedes se preguntarán cómo cuernos se hace eso, según parece hay que tener poderes de adivinación. Una mujer acostada con la luz encendida, llanto de bebé de fondo, se levanta la mujer diciendo “eso es fiebre”. Se suceden varias escenas de este calibre, suenan los violines lacrimógenos como música de fondo y una voz suave cierra con el mensaje que hace alusión a este novedoso requisito: PARA LAS MADRES QUE SABEN TODO, UNA NOTICIA QUE NO SE ESPERABAN. Mientras cuentan esas bellas historias, el mensaje final: NO ES UN REGALO, ES UN DERECHO.

Ya sé, deben estar pensando que soy demasiado “detallista” por decirlo de forma elegante. Llevando esa escena a la parodia me imagino a mi prima, que tuvo 6 hijas y 2 hijos, entrando en caravana para hacer los trámites que le permitan acceder a una jubilación, rodeada de un batallón compuesto por sus hijos, hijas, nietos y nietas (ya que estamos) para que den testimonio respecto de las cualidades adivinatorias que ha desplegado a lo largo de todos los años que se dedicó a la crianza. De repente ingresa el último que tuvo y da un mal testimonio al respecto: una vez “predijo” que tenía fiebre pero el termómetro le devolvió 36.5. Meses después, el cartero tocando a su puerta, compungido, portador de la mala noticia: señora, le han denegado el trámite, no entiendo por qué ya que usted es buena madre.

El estereotipo de “mala madre” está implícito en esta publicidad, se trata de una política universal de reconocimiento de derechos, punto. No es necesario ser “buena madre”, alcanza con ser madre nomás. Por cierto, no hace falta llenar todos los vacíos para ser una buena madre, las madres son personas, no son adivinas. Siempre es mejor dejar que la otra persona se exprese, pueda formular una oración completa donde manifiesta su deseo: que puede ir desde saber dónde están las medias, hasta guardar estricto silencio por estar atravesando una situación que forma parte de nuestra intimidad, que no queremos compartir con nuestra madre.

Dejen de romantizar la cotidianidad, dejen de presionar con el modelo impuesto sobre las mujeres.

En fin dejen de joder, comuniquen con seriedad y con respeto.

Somos mujeres nomás, algunas de nosotras han sido madres y esas tienen derecho a que se le reconozca un año de aportes por cada hijo o hija que han criado. Punto.

Las mujeres tenemos que ser prodigiosas, no alcanza con cumplir requisitos para hacer un trámite. Al menos eso es lo que traslucen esas nefastas publicidades. Así nos ven como “buenas madres”, abnegadas, adivinas. Y de repente ese reconocimiento de un año de aportes se transforma en una carga, en una parodia, en una exigencia

Miren las publicidades y saquen sus propias conclusiones respecto de cómo nos ven…. Y como diría una afamada conductora televisiva “COMO TE VEN TE TRATAN”.

Soledad Verónica Abella
soledad@huellas-suburbanas.info