¿Cómo superar la problemática del hambre en nuestro país?

Apuntes repensar el flagelo del hambre, generando alimentos sanos

En el número del mes de noviembre de Huellas Suburbanas reflexionábamos acerca del hambre, sus causas y consecuencias, y del disciplinamiento que se busca, y obtiene, a partir de las necesidades que debemos satisfacer.

Si hacemos memoria, desde el restablecimiento  de la democracia, todos y cada uno de los gobiernos intentó solucionar la problemática del hambre mediante la entrega directa de alimentos o dinero con carácter firmemente político partidario, a través de actos, jornadas, etc. (nada de hacerlo de manera discreta) Recordemos entonces el plan alimentario de Alfonsín (el PAN), el Bono solidario de Menem, el plan de entrega de alimentos de Duhalde con las promotoras denominadas Manzaneras, las tarjetas alimentarias de los gobiernos kirchneristas, más acá en el tiempo, los planes de entrega de subsidios de manera directa de Macri y ahora una nueva /vieja tarjeta, que no se entrega de manera silenciosa en cada casa, sino en actos de fuerte contenido partidario.

Todos intentaron resolver el problema mediante la entrega de alimentos, pero que al no modificar las condiciones sociales de acceso a los bienes naturales, a los medios de producción, a brindar un trabajo estable, sólido y digno, no sólo no solucionaron el problema sino que lo agravaron; las pruebas están a la vista y son tan irrefutables como duras. Ya en 1964, Josué de Castro, en su libro “Radiografía del hambre” escribía sobre la imposibilidad de resolver el problema del hambre SOLO mediante la entrega de subsidios o alimentos, sino que se deberían repensar, y poner en acción,  otras instancias a fin de remover las causas verdaderas y confluyentes  que producen este flagelo.

Una primer situación para actuar se refiere a la distribución y acceso a los bienes comunes  naturales; los bosques, el agua, la tierra que posibilitan la alimentación de comunidades que basan su supervivencia en la recolección, caza, pesca y en la siembra y cría de animales en espacios comunitarios. Los procesos de acumulación y acaparamiento de estos bienes, junto a la fragmentación del territorio, que no son nuevos pero que se magnificaron en los últimos treinta años, determinan que comunidades de pueblos originarios y campesinas no puedan acceder a una alimentación integral propia de sus prácticas, saberes y costumbres.

Indudablemente, a nadie escapa que una de las estrategias básicas y necesarias para resolver la situación es la de generar trabajo digno y estable tal que posibilite a cada familia escoger, adquirir, seleccionar  sus alimentos, aquellos propios de cada cultura, hábitos y costumbres, dejando de ser rehenes circunstanciales o permanentes de los actores políticos barriales: los denominados “punteros”, provinciales y nacionales.

No esperemos que las grandes empresas, las empresas llamadas de capital, inviertan en el corto plazo. No pensemos en la recurrente frase de: “recrear las condiciones para que los mercados inviertan en la Argentina”. ¿Podremos sí pensar en la generación de trabajo genuino desde la economía social y solidaria?, digo verdaderas instancias de grupos asociativos libres y autónomos, como las cooperativas de trabajo, las verdaderas y no las “otras”, cooperativas con libertad de asociación, elección de modos de producción y reparto asociativo entre los integrantes de los excedentes según sus aportes de trabajo y bienes de producción. Sin patrones o Estado que pueda interferir en las decisiones. ¿Podemos pensar en emprendimientos asociativos solidarios, vinculados a los mercados de cercanía,  con alimentos sanos, saludables  y a precios justos? No es imposible, pero hay que vencer escollos que no siempre pasan: las políticas públicas, necesarias pero no suficientes,  sino por decisiones personales y grupales, hábitos que se nos han  arraigado y que debemos vencer, a repensar en las posibilidades de valernos por nosotros mismos, de recuperar autonomía, en dejar de esperar para hacer.

Por último, también cabe la idea de repensar en la autoproducción de alimentos, en la cría de animales, la producción de huertas, de frutales a nivel familiar, comunitario y aún en espacios más amplios con venta de excedentes en el mercado.

En los últimos treinta años desde diversos planes, programas y proyectos de diferente nivel, han intentado promover la producción de, por lo menos, una parte de los alimentos que una familia requiere: He trabajado en varios de ellos y puedo dar cuenta de metas, acciones y resultados.  De esta manera se han entregado semillas, herramientas, frutales, maquinaria, aves… sin alcanzar plenamente los resultados que todos esperábamos. Sé que es políticamente incorrecto decirlo, pero si no somos capaces de hacernos críticas, seguiremos empleando las mismas operaciones, esperando vanamente resultados diferentes. Entonces debemos evaluar críticamente planes y tareas, ¿alcanza con entregar insumos? ¿se requiere reaprender prácticas, estrategias para auto-producir alimentos? ¿Es un tema de tiempos de trabajo, de acceso a la tierra o de conocimientos? ¿O de todos ellos interrelacionados de manera sistémica y holística?

A lo largo de los últimos treinta años he aprendido que no es fácil producir alimentos, pero tampoco es algo imposible. Se requiere agua, tierra, tecnologías, saberes, trabajo manual e intelectual.  Aprender y reaprender, compartir dudas, conocimientos, equivocarnos y seguir adelante, y trabajo. Mucho trabajo.

Las políticas públicas de tierras, de alimentación, tecnológicas, educativas y crediticias son fundamentales para generar las condiciones que posibiliten erradicar el hambre, pero también debemos repensarnos cada uno de nosotros, en nuestros roles, nuestras acciones,  en nuestras fallas, en nuestras comunidades y organizaciones como sujetos de derecho, autónomos y libres. En poder organizarnos y así generar las condiciones propicias para que podamos producir alimentos, generar trabajo de calidad, y así dejar de ser rehenes para convertirnos en actores políticos activos,  libres, solidarios y soberanos.

Javier Souza Casadinho
javier@huellas-suburbanas.info