Brexit: Un conflicto de difícil solución

Esta crisis geopolítica del Reino Unido (R.U.), se remonta a la época imperialista. Se ha quedado en el tiempo. El contexto mundial ha cambiado radicalmente, y ve como lenta pero inexorablemente, va perdiendo su hegemonía. Nunca tuvo afinidad con el continente europeo, y en su condición de nación imperialista, buscó expandirse a través de la conquista de nuevos territorios de ultramar, antes de relacionarse con la vecina Europa.

 En el año 2015 el primer ministro David Cameron en su campaña electoral, prometió la celebración de un referendo para decidir si el R.U. debía continuar o no en la Unión Europea (U.E.). Al ser reelecto, dicho acto se realizó en 23 de junio de 2016, donde más del 50 % del electorado se pronunció a favor de abandonar la UE. En el análisis del escrutinio, se advirtió que las personas mayores de 65 años, votaron por el Brexit, mientras que la población menor a dicha edad, lo hicieron por la permanencia en la U.E.  Este resultado, provocó la renuncia de David Cameron.

 La pertenencia en la comunidad europea, implica aceptar ciertas políticas fundamentales, como la libre circulación de trabajadores, de mercancías, y muy especialmente la libre circulación de servicios y capitales. Esta última condición, apunta directamente al manejo financiero, ya que el R.U. es la  meca de los paraísos fiscales, desde la cual se gestionan  diferentes guaridas a nivel mundial.

El principal argumento a favor de la salida, es que los británicos van a poder recuperar la soberanía sobre sus propios asuntos, en especial sobre sus fronteras, lo que llevaría a controlar la migración.

El control de las fronteras es uno de los temas de mayor controversia. Con el acuerdo firmado en Belfast en 1998, se llegó a la paz después de tres décadas de conflicto. Se estableció la ausencia de barreras físicas en la isla que comparten la República de Irlanda e Irlanda del Norte. Los ciudadanos de ambos países, pueden cruzar la frontera sin pasar por ningún control y realizar operaciones comerciales con pocas restricciones, ya que ambos países permanecen en el mercado común europeo y en la unión aduanera.

Pero tras la decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea, todo podría cambiar. Irlanda e Irlanda del Norte quedarían en dos regímenes distintos, reinstalándose las fronteras con sus puestos de control. Irlanda del Norte votó mayoritariamente por la permanencia en la UE.

Tras arduas deliberaciones, May aseguró que su gabinete aprobó un borrador de acuerdo con la UE, acordado en Bruselas el 25 de noviembre, en donde se incorpora la expresión  backstop, la cual serviría como garantía, en caso que no se acordara una relación consensuada, y evitaría el retorno de una frontera dura a Irlanda del Norte. En el mismo se menciona, que si no hay acuerdo para diciembre de 2020, Irlanda del Norte seguiría bajo el reglamento del mercado único de la UE. Esto significa que después del Brexit, las dos partes de Irlanda podrían estar en dos diferentes regímenes.

La frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte, se ha convertido en un conflicto de intereses para el RU y la EU, y también para el mundo. La salida del Reino Unido de la comunidad Europea, plantea una serie de crisis de distinto orden: religioso (protestantes/católicos), geoestratégico (salida de Europa), económico (resarcimiento por la salida de la comunidad), financiero (control de los paraísos fiscales),  comercial (cierre de mercados), demográfico, laboral y cultural.

Entre tanta incertidumbre, cayó la libra esterlina, y la certeza que este divorcio entre el R.U. y Europa dejará  secuelas. El más perjudicado es el Reino Unido, ya que gran parte de sus exportaciones se realizan a través  de la Unión Europea.

Cada día Theresa May se encuentra más arrinconada, inclusive por la gente de su bloque, mientras Ginebra espera el 12 de abril, fecha que vence el plazo de una definición del conflicto. Todo parece indicar, que es la crónica de una muerte anunciada.

Luis Miguel Caracciolo
luiscaracciolo_siglo21@hotmail.com