Brasil en la cornisa

Brasil ya transita por una zona de alta turbulencia política a raíz de la elección de este domingo 7 de octubre. La “vuelta” a la elección presidencial brasileña, después del golpe parlamentario de 2014 y la avalancha de medidas antipopulares que dejan al país en su peor ciclo de aumento de desigualdades desde su vuelta a la democracia, se anunciaba tan irracional como polarizada. Con el desenlace de esta primera vuelta, la situación se torna más crítica.

En primer lugar – es una buena noticia dentro del terremoto actual – es importante subrayar que la ciudadanía brasileña está activa. No era así unos meses atrás. Si bien esta elección está marcada por un 29% de abstención (incluyendo votos nulos y blancos), las movilizaciones del 29 de septiembre en oposición a la figura de Bolsonaro, han colmado las calles de las grandes ciudades. El movimiento feminista ha sido central en eso. No han sido tan contundentes las movilizaciones en solidaridad a la situación de persecución del ex-presidente Lula da Silva. Estas movilizaciones se enfrentan con otra ola ciudadana, muy heterogénea y rabiosa, que promueve abiertamente una sociedad de privilegios, de exclusiones y de negación de los derechos.

De hecho, Jair Bolsonaro, ex-oficial del ejército y candidato del ultraconservador Partido Social Liberal, es el gran ganador de esta corriente difusa y de esta primera vuelta. Con  46% de los votos (conteo de 95% de las urnas a la hora de cerrar esta nota), que lo deja no tan lejos de vencer en la primera vuelta, adelanta a Fernando Haddad (miembro del PT y ex-gobernador de São Paulo) por 20 puntos, el cual totaliza cerca de 28% de los votos (concentrados sobre todo en la zona nordeste del país). Las grandes ciudades, el sur y el centro oeste se volcaron fuertemente a favor del primer candidato. Dilma Roussef, candidata a senadora en la provincia de Mina Gerais, quedó lejos en el cuarto lugar. ¿Es una sorpresa? No realmente. El resultado se revela relativamente conforme a diversas encuestas previas y la polarización social que se observa.

Ahora bien, ¿el “monstruo” Bolsonaro es producto de la acción imperialista, apoyado por la prensa hegemónica (que apoyó el golpe parlamentar del 2014), el poder judicial y el mundo de la finanza? Si bien las variables que acabamos de resumir son centrales en la coyuntura que vive Brasil, no podemos afirmar que Bolsonaro benefició directamente de las alianzas y de un blindaje mediático ideales. Recibió el respaldo de la Iglesia evangelista, de la banca ruralista, de otros apoyos del establishment internacional tales como los inversores de Wall Street. Pero muchos medios, inclusive The Economist, retrataron su figura como una amenaza reaccionaria, lo cual fue a su vez aprovechado por Bolsonaro para colocarse en posición de doble víctima. Por un lado, víctima de un asalto físico durante un acto político (6 de septiembre), y por otro lado víctima de una campaña negativa en contra de su proyecto de encarar la “recuperación del destino brasileño”. Dutertre en Filipinas, Trump en los Estados Unidos y otros líderes ya practicaron este tipo de pirueta.

La popularidad de Bolsonaro subió nítidamente durante las últimas semanas. Su fuerza, que había empezado una campaña a partir del derrumbe institucional del 2014, no dudó en recurrir a un arsenal de propaganda agresiva, basada en falsas noticias y en un modo de comunicación más horizontal que hegemónico. Facebook y Twitter censuraron sus contenidos parcialmente, pero su campaña, además de las calles, se desplegó en las redes sociales Whatsapp y Gab.ai.

En el telón de fondo, no podemos entender este resultado sin comprender que la crisis social, el debilitamiento del sistema político (debido al golpe institucional y la ofensiva judicial, pero también al saldo político del progresismo brasileño) y la disputa entre grupos criminales, han dado municiones a los métodos de la extrema derecha y los militares. En ese marco, la divisoria anti-petista se ha acentuado, no sólo por las nuevas evidencias que el juez Sergio Moro agregó a la investigación judicial dirigida en contra del PT (declaraciones del ex-ministro de finanzas Antonio Palocci), sino también por una mayor habilidad de las militantes de Bolsonaro para asociar el PT a un “retroceso democrático”.

Frente a la gestualidad “militar” de Bolsonaro, el PT está en las cuerdas y obligado a volver ser mucho más ágil. Este último no ha logrado presentar hasta ahora una propuesta sólida. Por un lado, se sabía que no iba a haber una transferencia directa de los votos de Lula a Haddad. Éste no es una figura totalmente aceptada dentro del PT. Varios elementos indican que Lula eligió un candidato de menor influencia para mantener su hegemonía. Por otro lado, la línea divisoria anti-PT obligó Haddad a elevar propuestas a la vez más radicales y también más conformistas. Por ejemplo, la idea de un proceso nacional constituyente (irrealista en el contexto actual), la absolución de la condena de Lula (muy deseable en teoría, pero delicado a poner en primer plano dada la polarización electoral), la solidaridad incondicional con Nicaragua y Venezuela (el gobierno del primero se ha convertido en un régimen represivo que muchas izquierdas optan por proteger). Nos guste o no, el saldo del golpe institucional iniciado a partir del 2014 dejan un escenario donde el conjunto de la clase política se encuentra golpeada, creando un terreno propicio para la disidencia política. Estos elementos han sido utilizados directamente por Bolsonaro en el marco de una contracampaña más ofensiva.

Para ponerse a la altura de este panorama, Haddad debería afirmar su propia personalidad de modo más federativo y centrista. No tendrá que instalar la sensación de ser el “abogado” de Lula como algunos de sus asesores bien le sugieren. Esto implica ir en el terreno de las propuestas estructurales, asumir los elementos de crisis que su partido ha naturalmente contribuido a instalar como fuerza gobernante. Todo esto será una condición de alianza con las demás fuerzas políticas rumbo a la segunda vuelta del 27 de octubre. Las primeras conferencias de prensa de Haddad dejan aflorar algunas señales positivas. Brasil está en la cornisa y veremos si logra sacar lo mejor de su espíritu de lucha para enfrentar la etapa que viene…

Francois Soulard
francois@rio20.net