DE AYER A HOY: ¿LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN O ENTREGA DEL PAÍS? (4ta. Y última. PARTE)

El 2 de abril de 1922, en una de las elecciones con menor participación de la historia Argentina, Marcelo Torcuato de Alvear obtiene el triunfo que lo llevaría a la presidencia del país. Junto a él, tanto la oligarquía como el “establishment”, se asentarían en el gobierno. Esa había sido la última oportunidad en que esos sectores llegaban al poder mediante elecciones libres hasta la actualidad.  Durante las siguientes décadas del siglo XX, lo harían, pero mediante golpes de estado.

  En 2015, de la mano de la alianza Cambiemos, volverían a alcanzar esa misma situación, pero, en esa ocasión, lo lograrían mediante el voto popular. En los 60´s quedaba en claro que la Escuela de las Américas, ubicada en Panamá era la que formaba a los futuros dictadores que bañarían en sangre y miseria a nuestra Suramérica, acompañando los proyectos de las oligarquías locales.  En este siglo XXI, aún no es mayoritariamente conocido el rol de las academias I.L.E.A., (International Law Enforcement Academies)  a la que asisten jueces, fiscales y policías.  Al igual que su antecesora de Panamá, dependen del Departamento de Estado de EE.UU.

¿Habrá sido casualidad que asistentes de los cursos de estas academias hayan coordinado junto con los medios de comunicación a los opositores de los gobiernos populares de la Patria Grande? ¿Se formarían allí quienes estarían dando luego golpes institucionales?  ¿O tal vez, aquellos que, con campañas mediáticas basadas en mentiras y medias verdades, incitan al descontento social, a la deslegitimación política, o atacando a la economía para avalar el retorno del neoliberalismo en estas tierras? La respuesta queda abierta…

¿Cómo fue que sucedió que, en menos de veinte meses, una sociedad democrática se convirtiera en dictatorial, a este sentido de restricción de la humanidad más básica, donde una mujer en situación de calle, muerta de hipotermia, puede ser comparada con un perro, por un Secretario de Salud marplatense? ¿Qué fue lo que nos pasó?

La  sociedad se debate sobre el encarcelamiento  del diputado De Vido, o el arresto de Boudou, mientras resigna sus satélites y sus órbitas espaciales a empresas proveedoras de tecnología militar al imperio del norte. Se distrae con el embargo y posible prisión a la ex presidenta mientras se prepara una regresión en derechos laborales a la década infame.

Dentro del espacio democrático que comenzó en 1983, este gobierno fue acompañado por votos, por lo que no podemos decir que es  una dictadura.  Lo que si podemos analizar es el autoritarismo creciente que manifiesta. Se nota en los doce puntos de su programa económico coincidentes con los de Martínez de Hoz en 1976, con la persecución a opositores gracias a jueces “amigos”, con la inclusión de todo el equipo económico que nos llevó al desastre de 2001 y posterior default, o con la concentración absoluta  de los medios de comunicación audiovisuales y el avance sobre los que se imprimen en papel, más el endeudamiento permanente, que nos dan pautas de su verdadero accionar.

La estrategia distractoria de la opinión pública es lograda entre la hipercomunicación y la restauración conservadora, evita hasta los mínimos debates sobre los temas primordiales que realmente deberían interesar en la coyuntura.  Así logran llevar adelante su bandera de  restauración, de espíritu conservador y reaccionario, camuflado en  los engañosos matices de un neoliberalismo tan feroz como sonriente, tan habituado a la mentira como desinteresado de cualquier principio que contenga un valor social incluyente.

Un amplio sector de la clase media, aspira a “ascender” en la escalera social, pero teniendo como norte, el ser asimilada como parte de la clase alta dirigencial o de la oligarquía – aunque eso jamás se le cumpla -. Ese amplio sector lo que si comparte con ellos es una pasión adversativa: el anti peronismo. Es a ese sector social al que se dirige la información doctrinaria de Cambiemos desde los medios y es el que brinda su apoyo a Macri.

La estrategia oficialista apunta cada vez  en forma más profunda a la fractura social.  Hoy más que nunca apela al “gorilismo” más descarnado, exacerbando el ánimo condenatorio, el clasismo manifiesto y la estigmatización insistente, con sus actitudes “anti K”. Y ese sector del “medio pelo” argentino, es el que  aplaude ese accionar que es alentado desde los medios de comunicación concentrados. Todo integrante de la administración macrista baja un mensaje carente de razonamiento político, porque descree del mismo.  Al igual  que el resto de la manada neoliberal, emplean herramientas subliminales, discursos breves  que nada dicen, pero que apuntan a las emociones rápidas, repetidas una y otra vez hasta que se transforman en verdades.

En su avance destructor, no buscan solamente arrasar  los derechos adquiridos, sino también la memoria. Renombran a San Martín como un “gran emprendedor” y recuerdan que nuestros próceres “debieron sentir angustia por separarse de España”. Odian hoy a los mapuches, como ayer a los “cabecitas negras”. Promovieron el “2 x 1” a los genocidas de una dictadura que aprobaron, mientras reafirman la teoría de los dos demonios. ¿Se recuerda algo igual?

La dictadura descansaba sobre la punta de las bayonetas. El régimen actual, lo hace  sobre la productividad política de los poderes fácticos más que sobre las instituciones de la democracia. Entonces, hay que ser conscientes de que no va a ser sencillo detener y  desmontar el andamiaje que está construyendo la nueva derecha. Pero la única alternativa es intentarlo. Tarea que demandará una amplia estructura organizativa de los sectores populares y que contenga la voluntad de  recuperación democrática, avanzando hacia una democracia participativa e incorporando  una enorme acumulación de poder popular.  Hay que analizar críticamente los aciertos y errores realizados desde el gobierno popular para poder profundizar lo que se hizo bien, modificar o corregir lo mal realizado y hacer lo que no ha sido hecho, como la nacionalización de la banca o el comercio exterior y una reforma tributaria.

Se deberá construir desde abajo, democráticamente  hasta en sus mínimos detalles y sin hegemonías preclaras, ya que de la derrota del 2015, ningún sector ha podido salir indemne.  La concentración mediática repiquetea día tras día para edificar un país oscuro, de conciencias adormecidas.  Habrá que transformarse en la luz que ilumine el nuevo camino. Se planificará una batalla de ideas que permita contrarrestar la domesticación de la opinión pública. De ese modo, otros ciudadanos y se sumarán al campo popular, ya que dejarán de creer en el gobierno, recuperando las convicciones que permitan avanzar al conjunto.

Afianzar  como obligación  democrática la consigna “mejor defendámonos juntos”, para lograr  unidad en la acción.  Tener la firme convicción de que no va a ser la primera vez que este pueblo se libre de sus opresores…