
19 Ago Aproximándonos a Afganistán y al retorno del Talibán
Afganistán es un país ubicado en el sur y centro de Asia, entre Irán y Pakistán, montañoso, sin salida al mar. Algunos refieren a que se encuentra en el centro del mundo. La cadena montañosa Hindu Kush, que se extiende de nordeste a suroeste, divide el país en tres regiones principales: las montañas centrales, que representan aproximadamente dos tercios de su superficie; la meseta del sudoeste, que representa una cuarta parte, y el área más pequeña y llana del norte, que contiene el suelo más fértil del país. Esta configuración geográfica tuvo muy importante influencia en los sucesos históricos que han sucedido en este territorio.
Su pueblo se compone multiétnicamente. La etnia principal la conforman los pastún, pastores y campesinos que provienen de las montañas y son tradicionalistas y conservadores. También coexisten uzbecos, hazaras, nuristaníes y tayicos, además de un porcentaje menor de baluchis, turkmenos y chahar aimaks.
Abominan que desde afuera les digan lo que tienen que hacer. Debe ser uno de los motivos por los que en el siglo XIX derrotaron al Imperio Británico, pese a que luego de una Segunda Guerra, firmaron el Tratado de Gandamak y se convirtieron en un Protectorado hasta 1919. En el siglo XX, tras 10 años de ocupación, derrotaron y expulsaron a las tropas de la U.R.S.S. Y finalmente, en el siglo XXI, en estos días, tras 20 años de invasión por parte de EE.UU., los invasores tuvieron aquel mismo final.
Afganistán, a lo largo de la historia, al estar en el corazón del planeta, y siendo un estado tapón entre países con intereses apetecibles, motivó a que varios imperios se esforzaran en conquistarlo. Los invasores nunca se dieron cuenta de los problemas que iban a enfrentar. Por un lado la accidentada geografía – altísimas montañas, valles, quebradas, ríos – y por el otro los propios afganos – un pueblo leal y solidario, pero vengativo; hospitalario pero aguerrido.
En el siglo XI, Herat era la capital mundial del estudio, la poesía, la sabiduría. Pero la invasión de los mongoles arrasó todo. Se dice entre afganos que el Islam es tan potente en su territorio gracias a la exagerada brutalidad mongol.
Tras una tercera guerra entre Afganistán y el Imperio británico, en 1919 al firmar el Tratado de Rawalpindi, el país declara finalmente su independencia. Comienza una etapa de modernización del estado afgano bajo el reinado de Amanullah Khan. En 1973, tras varios intentos fallidos de crear una democracia homologada, se derroca a la monarquía e instalan la república parlamentaria. Los obstáculos objetivos de la sociedad afgana (el analfabetismo, la oligarquía terrateniente, la escasa industria -35 mil obreros en todo el país frente a 250 mil mullah-, etc.) impidieron su desarrollo, por lo que en 1978 se produce la Revolución Saur, de ideología comunista, comandada por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA).
En 1979 se producen cambios radicales en la región, al producirse la Revolución Islámica en Irán. Esto motiva, entre otras razones, a la Unión Soviética para invadir Afganistán con la intención de establecer un estado satélite. De algún modo, a las dificultades de las tropas soviéticas para sobrellevar la accidentada geografía, se suma el concepto de que la guerra era una cruzada religiosa. La gente estaba convencida de que la invasión por parte de un estado ateo no les permitiría practicar su fe. La radicalización de posiciones convirtió al vecino Pakistán en base antisoviética.
Así como en el siglo XIX Inglaterra no iba a permitir que este territorio cayera en manos rusas, ahora Estados Unidos no lo dejaría caer en manos soviéticas. EE.UU. participa en la contienda: apoya, fomenta y financia a los rebeldes afganos. A los famosos «muyahidines». La “cruzada religiosa” en que se convirtió la guerra, sumada a los refugiados que van y vienen a Pakistán, los enfrentamientos étnicos, las posiciones extremas y la ayuda occidental son el caldo de cultivo del que surge un grupo conservador radical: los talibanes. Tras diez años de ocupación, en 1989, los soviéticos se retiran.
Mientras se desarrollaba esa guerra civil, el tránsito de refugiados en la frontera con Pakistán era multitudinario. Escapaban para recomenzar sus vidas sin saber cómo, veían caer su país a pedazos y en medio de tanta tristeza y dolor, florecía el rencor. En las mezquitas de Quetta, ciudad cercana a la frontera, jóvenes exiliados comienzan a prestar atención a las inflamadas prédicas de clérigos ultraconservadores. Devastados por el desastre de la conflagración y su cercanía con la muerte, cada “talib”, cada estudiante, comienza a percibir en esos discursos, que la tabla de salvación para Afganistán, para organizarlo y terminar con el caos, serían la religión y el orden.
El mullah Omar, clérigo asentado en Quetta, funda en 1994 el movimiento talibán. Al grupo constituido en Afganistán se le suman rápidamente miles de exiliados que habían huido a Pakistán. Entre los pastún, etnia conservadora y muy religiosa, esas prédicas corren como reguero de pólvora, encendiendo el activismo. Rápidamente cae la ciudad de Kandahar, su primera conquista. En medio del caos aparecen el orden y una disciplina extrema.
El pueblo pastún, tiene un código de vida y de ética de más de 3000 años de antigüedad, el pashtunwali. Es como una ley suprema de vida, no escrita, que rige esa sociedad. Luego se fue expandiendo por el resto del territorio. La lealtad a la familia, la hospitalidad al visitante y la venganza contra el infractor son sus ejes rectores.
El día 25/9/1996, los talibanes entran a Kabul; el país es ahora un emirato. Entre 1996 y 2001 casi todo el territorio afgano es gobernado por los talibán. Rige, basados en el pashtunwali, una interpretación extremadamente radical del Islam. En los estadios se producen ejecuciones públicas. Se prohíbe el consumo de alcohol, y quienes incumplen la orden son azotados. Todos deben orar cinco veces al día. El adulterio se condena con lapidación y a quien roba se le cortan las manos. Los hombres deben llevar barba y el pelo corto obligatoriamente.
Pero quienes vieron más afectadas sus vidas han sido las mujeres. Sus obligaciones eran dedicarse a sus familias y evitar vestimentas que pudieran atraer deseos lascivos de otros hombres. No podían asistir a escuelas ni hospitales, como tampoco recorrer las calles sin compañía masculina, vistiendo la burqa. Tampoco podían practicar actividades artísticas como bailar, pintar o cantar.
Desde que los muyahidines combatían a las tropas soviéticas recibían el beneplácito y apoyo de EE.UU. En 1983, una delegación de ellos fue recibida en la Casa Blanca por Ronald Reagan. Muchos de ellos, con el tiempo formaron parte de los talibanes. La postura de Occidente era ambivalente, ya que habían sido los luchadores por la “libertad”. Hacia 1998 la presión feminista en EE.UU. comenzó a modificar la postura de su gobierno.
En forma progresiva, la simpatía hacia los talibanes fue mudando hasta verlos como enemigos de la humanidad, seres bárbaros que llevaron a la sociedad al medioevo. Mientras esto iba ocupando espacio en los medios internacionales llega el mes de setiembre de 2001 y con él, caen las Torres Gemelas.
El atentado fue llevado a cabo al estrellar dos aviones contra aquellos edificios. Los grupos atacantes estaban formados por 19 terroristas. Dos de ellos eran originarios de Emiratos Árabes Unidos y quince, de Arabia Saudita. La decisión inmediata adoptada por el presidente George W. Bush fue invadir… ¡Afganistán! No fuera cosa de molestar a los países aliados.
¿Por qué Afganistán? La razón fue que la inteligencia norteamericana señaló a Osama Bin Laden como autor intelectual del atentado. Este empresario saudí se enemistó con los líderes de su país cuando Arabia Saudita sirvió como base norteamericana durante la Guerra del Golfo. Como jefe de Al-Qaeda reside en Sudán, hasta que reingresa a Afganistán y es protegido por los talibanes, aliados suyos por compartir los mismos postulados.
Y un buen día, comenzó la invasión, la declarada guerra contra el terror. Aunque no solo desembarcaron tropas de EE.UU., sino que también estaban presentes las de la OTAN. Rápidamente obtuvieron un triunfo militar en batallas ante los talibanes, sobre todo en las ciudades. Se instauró la república y se puso fin al emirato.
Los problemas para los invasores comenzaron en la accidentada geografía rural, repitiendo lo que anteriormente padecieron británicos y soviéticos. Los afganos, sobre todo en las zonas agrarias, detestan que de afuera les vengan a decir qué hacer. Si se le suma su desconfianza al ideario occidental y su historial de resistencia, se puede percibir que la situación comienza a complicarse para el ejército ocupante.
Para la Guerra del Golfo y la invasión a Irak, la “motivación publicitaria” de la misma, fue la búsqueda de las armas de destrucción masiva (inexistentes) en poder de Saddam Hussein. Para esta empresa bélica el ícono rector fue la captura (cabeza) de Osama Bin Laden y la derrota de Al-Qaeda/Talibán. Curiosamente, o no tanto, ambos grupos fueron apoyados y armados, en algún momento, por los mismos Estados Unidos que ahora los combatían.
Hacia 2011, cuando comandos de marines asesinan a Bin Laden, el conflicto semejaba un barco encallado. El capitán norteamericano de ese barco reconocía haber perdido el rumbo. Sus tropas combatían sin saber por qué, ni para qué. La opinión pública norteamericana comenzó a criticar. Los miles de bajas civiles motorizaron notoriamente al pueblo en contra de los extranjeros. Los invasores comenzaron a hundirse en el pantano que ellos mismos habían creado.
Las primeras victorias de la coalición los llevaron a pensar que la derrota del talibán se había producido. Pero no fue así, no los habían vencido. Triunfar en batallas no significa haber ganado la guerra. Como en tantas otras ocasiones en los poblados del interior, en las zonas rural y en las montañosas nunca se había apagado la influencia talibán. El apoyo popular que reciben es amplio y comienzan a fortalecerse, siguen allí y representan el “orden”.
Cuando la U.R.S.S. había invadido Afganistán, llevaba un plan, que sostenido por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) podría haber llegado a convertir ese territorio en un estado satélite soviético. Pero el pueblo afgano no quiso, resistió y logró derrotarlos.
Pero lo que los EE.UU. quisieron llevar adelante al invadir, fue la destrucción del Emirato Islámico en favor de la Alianza del Norte. Una vez logrado, solo permanecieron para asegurar un gobierno dependiente en favor de sus intereses. Los billones invertidos en la guerra contra el terror no derivaron ni un centavo para planes de estabilización y desarrollo político-social. Y como todo invasor del territorio afgano, terminaron siendo expulsados.
La decisión del retiro de tropas anticipada por Trump fue adoptada por Biden. Al igual que los anteriores ocupantes, los EE.UU. y la OTAN se van retirando. El avance de los talibanes es imparable. El presidente afgano Ashraf Ghani dimitió y huyó del país, coincidiendo con la entrada de los talibanes en Kabul. Inmediatamente después, la mayoría de los canales televisivos empezaron a emitir la lectura del Corán o a informar sobre las acciones de los talibanes.
El pasado sábado 14 un periodista le preguntaba a Biden si la situación de Afganistán se podía comparar con Vietnam, con la caída de Saigón. “De ninguna manera”, respondió el presidente norteamericano. No es comparable con esa guerra, en la que el norte de Vietnam combatía contra el sur. “Nuestras brigadas se mantienen aún allí”. «Nuestra misión en Afganistán nunca fue la construcción de una nación. Nunca fue crear una democracia unificada y centralizada», declaró el mandatario, durante una rueda de prensa en la que trató la toma de la capital afgana por parte de los talibanes.
Turquía ha asumido la protección de las autoridades de Kabul a partir de la retirada de las tropas de Estados Unidos. Debido a ello, los servicios secretos turcos están reclutando 2 000 elementos entre los yihadistas aún concentrados en la región de Idlib, en Siria, para enviarlos a Afganistán.
Llega una nueva era para la geopolítica, la guerra y la diplomacia en Oriente Próximo. Algunos mantienen la esperanza de que los talibán hayan aprendido algo más que el valor de la propaganda y de la diplomacia que están tratando de mostrar. Que sean más profundos en libertades y no sólo en volver a dar imagen de orden y estabilidad, frente al caos que dejan sus predecesores. EE.UU. ha repetido aquel Saigón de 1975, y ahora habrá que ver cómo aseguran sus posiciones China Irán, y Rusia para garantizar la seguridad de sus fronteras e intereses. Así son las Relaciones Internacionales.
Para redondear la imagen del fracaso norteamericano, conviene recordar que Afganistán pudo haberse convertido en una dificultad irresoluta, que les sirviera a ellos para bloquear el proyecto comercial chino de la Ruta de la Seda. Por otro lado, Rusia intenta que se entable un diálogo nacional en Afganistán, cuyo resultado debe ser la formación de un gobierno representativo que resuelva el conflicto en el país. Otros ven un peligro para toda la región musulmana, un hervidero de Talibanes + Al Qaeda + Isis «todos metidos en un mismo territorio». China por su parte no pretende involucrarse en asuntos externos y se va a ocupar en defender sus inversiones en territorio afgano. Mientras la Unión Europea mira con preocupación la situación de los ciudadanos afganos y temen un nuevo flujo migratorio en la región. Habrá que ver cuál es la resolución de este galimatías geoestratégico