
05 Sep Agustín Schmilovich y su rutina de cuarentena
A la juventud, y hablando en términos maradonianos, con la cuarentena nos “cortaron las piernas”. Aunque hoy no podemos seguir hablando de una cuarentena estricta como la de meses atrás, la consigna de evitar salir, para nosotrxs que somos de naturaleza itinerante, nos induce a una molesta quietud. En casa, el tiempo se muestra con otra ferocidad; pasan las horas y varadxs en nuestra orilla de cuatro paredes, lejos de aquel mar de interacción social, vienen miles de conclusiones catastróficas: “este es un año perdido”; “no pude avanzar”; “qué improductivo”; “no estoy progresando”; etc. La vida, que se nos presenta como una línea recta y ascendente, donde cada año significa “crecer”, “ser más”, “producir”, se resquebraja y sale a la luz una forma distinta (y real) de entenderla: más bien, la existencia es una impredecible línea zigzagueante. Pero esto es difícil de figurar, pues hacerlo se lleva consigo toda una forma de pensar que Agustín Schmilovich (víctima del arrebato de la productividad) viene a representar en su forma más pura a través de su “rutina de cuarentena”.
Se levanta muy temprano, no por el insomnio (que en muchos artistas significaba el desgarramiento del sueño por la persistencia de un drama inconcluso que necesita ser plasmado) sino por el ruidito del despertador. “05:57 AM” marca la pantalla, obedeciendo su programación. Agustín arranca la mañana tomando una ducha de agua helada. Luego se sienta a organizar su día en un cuaderno y anota sus objetivos semanales. Inmediatamente, dedica un tiempo a la lectura; cuando grabó el video estaba leyendo “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”. A las ocho de la mañana mira una clase online. Seguidamente, se pone a ver videos de Bob Proctor (un empresario canadiense que escribe libros sobre “automotivación” y “maximización del potencial humano”) y después hace una hora de yoga. Por último, se pone a “analizar el mercado un rato, a hacer unas inversiones” y—como síntesis de esta forma de pensamiento— concluye el video publicado en la red social TikTok, diciendo: “para este momento recién son las 11:30 de la mañana y ya hice mucho más que gente que recién se despertó”.
Toda la juventud somos un poquito Agustín. Vemos que tenemos toda una vida por delante y queremos avanzar, construir. Nuestro deseo está en acercarnos a eso que proyectamos. Pero… ¿hacer una rutina diaria y estricta me asegura el éxito, la efectividad?
En una entrevista, Cortázar a la pregunta de cómo se relaciona usted con la escritura, respondió: “soy muy vago, puedo estar mucho tiempo sin escribir y, de golpe, puedo estar obsesionado durante un mes con una novela o una serie de cuentos”.
Volvamos a la concepción que introduje al principio: la vida como una recta ascendente. Imagináte un hilo. Para convertirse en una línea recta y ascendente, el hilo (tomándolo de una punta y de la otra, por ejemplo) precisa tensarse, así no se curva y mantiene su linealidad; con la vida concebida de esta manera ocurre lo mismo. Una vida donde se busca, en palabras de Agustín, ser “1% mejor que el día anterior” (dijo en una entrevista para Filo.news) requiere —primero— pensar en términos porcentuales (me pregunto: ¿qué significa 1%?) y—segundo— romper todo fluir natural para insertarse en esquemas, rutinas, estructuras, que respondan a esa lógica, o, dicho de otra manera: tensen la existencia.
Agustín anota sus objetivos semanales y lucha diariamente por alcanzarlos. Se levanta estrictamente y luego la ducha, todos los días, como un loop. Se convence de que está ascendiendo y de que todos esos pasos que sigue suman. De pronto todo es numérico, todo está calculado, anotado, racionalizado. No hay lugar para lo impredecible. Está convencido de que tiene la receta para el éxito.
Sin embargo, como evidencia de lo opuesto, tenemos a Cortázar, que supo revolucionar la literatura sin rutina, siendo inconstante.
No digo, ni llevo, ni promociono una vida colgadx de una palmera. Creo que hay que estar atentxs, activxs y enteradxs. Pero —y esto nos lo enseña la vida a cada rato; y el mundo ante la pandemia; y la creatividad cuando se nos presenta— no todo son fórmulas y exactitudes. Hay que vivir y no enloquecerse en estructuras, ni ceñirse a esquemas repetitivos. Porque, tal vez, la clave esté en aquello que no se puede anotar, ni prever, y con rutinas nos mentimos de que todo está a nuestro alcance.
Entonces, si la cuarentena nos ahoga y algo nos presiona para ser productivos, efectivos y qué sé yo, mejor distendernos y pensar que vivir no es una carrera, ni una línea recta, sino más bien un zigzag impredecible que nos puede llevar a ese “éxito” sin montar rutinas, ni esquemas, que ilusoriamente —como le sucede a Agustín— nos hacen sentir aventajadxs.
A continuación compartimos uno entre tantos videos al que hacemos referencia en esta nota.
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