
09 Sep ¡Adiós, primavera!
Con represión no hay democracia, pero con democracia no cierra el proyecto conservador
“No estoy tranquilo mi amor
Hoy es sábado a la noche
Un amigo está en cana…
Oh mi amor
Desaparece el mundo…”
(Charly García, “Los Dinosaurios”)
Un fantasma recorre América Latina. Lejos de la esperanzada advertencia de Carlos Marx en su “Manifiesto…”, esta entidad que vino para instalarse con toda su prepotencia en la región, prepara y avizora el terreno fértil que va concretando; fértil para la gran timba financiera, el vaciamiento compulsivo de las arcas del Estado, la apropiación y explotación sistemática de sus recursos naturales. Es el show de la fuga de capitales mientras las grandes mayorías peregrinan hacia una realidad cada día más adversa y hostil, en la cual no van dejando margen siquiera para alzar la voz: todo se reprime, los medios comunitarios se censuran o les hacen la vida imposible para poder mantenerse activos.
Es el fantasma del neoliberalismo, que antecede con su aparición al avance de sus amos: esas monstruosidades deformes con su sinnúmero de tentáculos que representan las grandes corporaciones financieras, el alto empresariado transnacional, y en Argentina una dirigencia alineada incondicionalmente aunque de segunda categoría, como corresponde a un país semicolonial.
Y como van por el control absoluto de nuestra región, no hay parámetro ético alguno que les pueda poner un freno. Lo que sea necesario hacer, se hará. O como tan siniestramente enfatiza en algunos spots el frente Cambiemos en nuestro país: están “haciendo lo que hay que hacer”. Cualquier semejanza con la legendaria película dirigida por Francis Ford Coppola, no es ninguna casualidad.
“Los cantores de radio pueden desaparecer
Los que están en los diarios pueden desaparecer…”
Luego de la desaparición forzada del joven Santiago Maldonado, el gobierno volvió a mostrar su verdadero rostro: imperturbable ante un accionar aberrante de una ministra de su cartera nacional, desprecian el reclamo democrático y pacífico, y operan como nunca antes, al menos desde 1983 a la fecha, con un engranaje bien aceitado que incluye una estrategia mediática homogénea tendiente a generar confusión y desaliento (¡Es la post verdad, estúpido!) en articulación con cualquier fallo judicial sobre este y otros temas sensibles para una buena porción de la sociedad (Privación de la libertad de Milagro Sala, proyecto de detención a CFK…) y con unas fuerzas de seguridad motivadas para “hacer lo que hay que hacer”, digna de algunas décadas atrás.
Por otra parte, asumamos que el drama social no les importa ni los conmueve un ápice. Por lo tanto, están mucho más ocupados respecto a un eventual plan de lucha del movimiento sindical –y hace rato que operan, con comprobable éxito- al interior del mismo para frenar cualquier ofensiva confrontativa y mantener dividido al sindicalismo por medio de las maniobras que sean necesarias, que a los pedidos humildes de alimento y poco más que suelen presentarles, si los dejan llegar y no los reprimen en el camino, organizaciones sociales.
Mientras encubren la desaparición de Santiago Maldonado a pesar del inmenso clamor popular del pasado viernes 1/9 tanto a escala nacional como en muchos otros puntos del orbe (y que intentaron –en parte lograron- empañar con la puesta en escena de un montaje de disturbios para garantizar una feroz represión y hasta para auto-victimizarse desde el Ejecutivo), apuran el intento definitivo por asegurar la detención de CFK antes de la elección de octubre. El lector me dirá “estalla todo, no les conviene”, y yo les responderé “al contrario, es lo que vienen buscando para completar, con argumentos debidamente hilvanados por la prolija e inmensa ingeniería que disponen a tales fines, el resto del proyecto. Cambiemos y los que están detrás de las caras visibles, no se consolidan en una plena democracia. Ésta es un escollo que deben desactivar. Un Estado de excepción es el recurso perfecto para seguir avanzando, bajo una mínima fachada democrática… pero no”. En este marco, le recuerdo al lector que también vienen por los líderes sindicales más comprometidos, por toda clase de luchadores sociales, y por los comunicadores populares. Porque este escenario que han sabido construir, cierra como desean, por mucho tiempo (se animan en varios frentes a hablar en términos de una continuidad necesaria de 20 años) si lograsen acallar todas las voces, por más pequeñas que éstas sean, que intenten transmitirle a la sociedad aquellas miserias de las que realmente se alimenta la entraña conservadora y forjan lo que realmente son: admiradores y cultores del autoritarismo como filosofía tendiente a alcanzar un absoluto control social.
No está en riesgo una candidatura electoral. Ni siquiera el devenir de una o varias fuerzas políticas y sindicales: se trata de asumirnos mansamente como colonia del poder económico extranjero y asimilarnos a una fuerza de ocupación cada vez con mayor anclaje territorial, o superar todo chiquitaje divisionista y salvar la salud de la República Argentina y de la mayoría de sus habitantes. Aunque ello, claro está, renueve el odio hasta límites inimaginables en ese 40% de pobladores que, definitivamente, no logran aprender a convivir bajo esenciales normas democráticas hasta la fecha, desprecian abiertamente al fervor y la alegría de las masas populares, y carecen de una pizca de sensibilidad frente al atropello contra las garantías básicas que no le otorgaron a Santiago, ni a los cientos de miles de nuevos desocupados o sub-ocupados que “fabrica” este rumbo económico, ni a los miles de chicos que deben aprender –macabra secuela neoliberal si las hay- a conocer en carne propia lo que es irse a dormir con hambre, noche tras noche.