Adaptación climática: La llave para hambre cero en América Latina

El cambio climático provoca alteraciones profundas en la producción agrícola de América Latina y el Caribe, y si no se toman urgentes medidas de adaptación del sistema productivo, aumentará el riesgo para la seguridad alimentaria de los habitantes de la región.  Esto podría revertir los importantes avances en los planes para alcanzar el objetivo de Hambre Cero.

Las grandes empresas pueden comprar otros terrenos, pero muchos agricultores familiares ven amenazada su actividad, y se cuestionan cambiar de rubro, o migrar a las grandes urbes para subsistir.

El cambio climático nos pone en esa posición de inseguridad. Si antes se podía estimar la temperatura o la humedad de una zona determinada, ahora se ve reducida la capacidad de predecir con cierto nivel de probabilidad.

El impacto en la economía regional para el año 2030, podría llegar a una media de 2,2 por ciento del PIB en daños.

Algunos efectos podrían ser beneficiosos, como un aumento de las precipitaciones que significaría más agua para los cultivos, pero en términos generales, si los daños afectan a 2,2 por ciento del PIB (producto interno bruto), habrá países que no crecerán económicamente y, más allá de la variable económica, habrá un impacto social fuerte de cuatro o cinco por ciento.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), vaticina para América Central que, para el año 2050 podría haber en la zona una reducción de 25 por ciento en la producción de los granos básicos, lo que significaría perder un cuarto de la capacidad productiva. Esto es preocupante por dos motivos: primero por la falta de disponibilidad de alimentos y segundo, porque los alimentos que queden, ese 75 por ciento, van a ser más caros. Ambas situaciones impactan a los más pobres, porque hay menos alimentos y porque al ser más caros, se reducen las posibilidades de acceder a estos granos básicos.

La variabilidad climática se expresa en la región latinoamericana con unos 70 eventos anuales que incluyen huracanes, erupciones, sequía, incendios, deslizamientos de tierra y, principalmente, inundaciones que afectan como promedio a unos cinco millones de habitantes.

Un tercio de los 625 millones de latinoamericanos, en su mayoría pobres y vulnerables, viven en zonas de alto riesgo y están expuestos a que un evento climático ponga en peligro sus medios de vida.

La primera expresión, es la reducción de la productividad de los cultivos y una segunda, la creciente relocalización de las zonas agrícolas.

Desde el punto de vista de la agricultura familiar o la agricultura relacionada a la seguridad alimentaria, puede haber impactos hacia los agricultores y hacia los consumidores, por la posibilidad de que los precios de los alimentos se incrementen.

En 2015, la región latinoamericana fue la primera del mundo en alcanzar las dos metas internacionales de reducción del hambre: el porcentaje de subalimentación cayó a 5,5 por ciento, y el número total de personas subalimentadas llegó a 34,3 millones. Con ello, la región logró la meta establecida de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, reemplazados desde este año por los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y también en la última Cumbre Mundial sobre la Alimentación.

El desafío ahora es alcanzar el hambre cero, una meta que podría verse afectada por el cambio climático, que impacta en los cuatro pilares de la seguridad alimentaria y nutricional: la estabilidad de la producción de alimentos, su disponibilidad, el acceso físico y económico y su adecuado uso.