A propósito del último día

Por: Prof. Sandra  M. González y Edmundo  M. Zanini

A veces los astros entran en conjunción.

Una fecha para no olvidar.

Un “cineasta” (no me suena simpática la palabra, pero…) para conocer.

Un poema para recordar.

La fecha: el once de octubre de 1492. El último día de libertad de los pueblos originarios de América. ¿Qué estarían haciendo ese último día? ¿Cómo serían sus días y sus noches? ¿Cuál sería la “normalidad” hasta ese momento?

Aunque, creo, que el normalismo aún no se había inventado…  Los pueblos originarios fueron tomados realmente por sorpresa, como si hoy arribaran seres de otros planetas o de otros mundos… Mundos desconocidos.

A partir del 12 de octubre nada volvió a ser como entonces.

Así como se arrasaron la tierra y las riquezas naturales, se aniquiló la cultura, los cuerpos y las mentes.

El  hombre que-hace-cine: Ulises de la Orden.

El poema para recordar: “Canción de la paz”, escrita en 1918 (creo) por el abogado tucumano Mario Bravo.

Tal vez convenga comenzar por aquí.

“Duermen los niños en sus cunas,

las buenas madres velando están.

¡Duermen los niños! ¡Sueñan los niños!

Esa es la Paz.

      . . . . . .

Y en las aldeas y las ciudades,

y en las montañas y en las campiñas

ninguno falta, todos están:

están los viejos y los jóvenes,

están los niños y están las madres.

Ésa es la Paz”

Ni hablar de la paz de aquellos pueblos, vistos, muchas veces, como salvajes y sanguinarios…

Los pueblos originarios son los legítimos dueños de las tierras, pero los mismos cohabitantes de los territorios los discriminan de una manera cruel y se ponen del lado de los terratenientes y de los más poderosos.

Éste no es un contenido escolar, en general; no se abre a la discusión, especialmente entre los colegas profesores y profesoras.

Seguramente, el varias veces senador y diputado nacional por el Socialismo, incansable propulsor de leyes protectoras de los trabajadores, redactor de artículos en “La Vanguardia” de los años treinta, habrá querido remontar el doloroso y reciente desconsuelo de la Primera Guerra Mundial. Los dolores de la Segunda se lo llevaron, en 1944. Él suponía que otro mundo era posible.

Pero tal vez Mario no pudo reconocer este otro holocausto, con menos prensa pero el mismo salvajismo.

Ulises de la Orden, en 2011, nos propone conocer una historia de esas absolutamente distantes del mundo tierno de la vida en paz. Dos estados nacionales modernos, con Constituciones respetuosas de los pueblos, encaran la masacre de un pueblo milenario: el mapuche (en su propia lengua, la “gente de la tierra”, de la propia tierra…). Un objetivo en común: robarles su tierra y liquidar su cultura. Que les impedía profundizar los negocios de sus élites. Las que casi inmediatamente y por el espacio de más de cien años se enfrentarían llegando al punto de programar la Guerra transcordillerana, en 1979.

En “Tierra adentro”, Ulises de la Orden presenta ese drama histórico. Este Director de cine ha liberado, a propósito de la pandemia los derechos de sus películas. Por eso, hemos podido ver “Marea y viento”, una visita reciente a una experiencia pedagógica interesante en la escuela “El Biguá”, sobre el río Carapachay.

De sí mismo y de su obra cinematográfica, señala estar “Siempre buscando contar aquellas historias que me emocionan, ligadas al medio ambiente, a los pueblos originarios y a las cuestiones sociales y políticas más urgentes”.

La masacre del pueblo mapuche no lo ha extinguido ni silenciado. Pero los intereses que siguen moviendo los hilos del poder para “domesticarlos” y quitarles su “mapu” (la Pachamama de los originarios del Altiplano), que es simultáneamente robarles su modo de entender el mundo y por eso también la oportunidad de desarrollar su cultura, sigue llevándose vidas. Hace muy poco tiempo, la de Santiago Maldonado (un huinca que los quiso acompañar en sus reclamos) y la de un joven de esa etnia, Rafael  Nahuel.

De allí que se nos ocurra que “se alinean los astros” por estos días, ya que nos encontramos en vísperas de un nuevo ONCE de OCTUBRE, con todo rigor de verdad puede proclamarse como el “Último día de libertad de los pueblos originarios de América”. Porque la llegada a Guanahaní de Cristóbal Colón y sus hombres (¿se podrá confirmar -por otra parte- esta cruda demostración de violencia de género, en la diversidad de la composición de aquella tripulación?) significó el principio del fin de una diversidad de culturas y de pueblos que, si tenían algo en común, era su mirada comprometida con el conjunto de los otros seres y su ambiente.

¿Podremos (debiéramos, tal vez, aunque haya quienes sigan conmemorando el “Día de la Raza”) reflexionar sobre estas cuestiones y reclamar a nuestros gobiernos y nuestr@s jóvenes la corrección de los modos de vivir y de ser con y hacia todos sus semejantes?

¿Y que en nuestras escuelas y nuestros materiales escolares se muestre la verdadera historia?

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info