A propósito de otro “olvido involuntario” (casi como aquellos “daños colaterales” de las guerras conducidas por “USA”)

Hace unos veinte días se ha cumplido un nuevo aniversario de un hecho prudentemente ocultado (no es el único, pero tal vez el más terrible por el número de asesinados) sobre las comunidades qom y mocoví, en la provincia del Chaco.

El 19 de julio de 1924, en pleno gobierno democrático del Dr. Marcelo Torcuato de Alvear, unos doscientos nativos de esas etnias fueron masacrados por la policía provincial, con la “generosa colaboración” de algunos hacendados de la zona.

El motivo: la rebeldía de los trabajadores (pero tampoco escaparon a las balas y machetes las mujeres, los ancianos y los niños) ante los magros (tal vez debiera decirse ínfimos) salarios pagados por sus empleadores.

La explicación: los muertos habrían sido sólo cuatro. Y se habrían matado entre ellos en una reyerta propia de criminales.

La masacre de Napalpí quedó impune.

Los grupos originarios resultan siempre víctimas adecuadas para capturar tierras codiciadas, controlar a las poblaciones reacias a someterse a robos y violaciones, servir de ejemplo a quienes se enteren para su escarmiento.

Si se nos cruza por la cabeza que algo similar podría estar volviendo a ocurrir en Neuquén y Chubut, con la comunidad mapuche, no debiéramos temer a equivocarnos. El asesinato de Rafael Nahuel y el “ahogamiento accidental” de Santiago  Maldonado no son sino los emergentes recientes de un proceso muy antiguo (anterior, obviamente, a la conformación de los estados modernos de Chile y Argentina), que, como es costumbre, también beneficia a algunas familias (no conozco que ninguno de los parientes de los responsables, no involucrados directamente en estas maniobras, haya denunciado los hechos ni renunciado a sus provechos) siempre ligadas al poder de turno. Es decir, a los gobernantes que organizan, u ocultan, o justifican estos crímenes.

Uno puede decirlo, más allá de que siempre podés sufrir un “lamentable accidente”, porque es raro que te lleven a la Justicia por perjurio, ante las posibilidad de que tengas pruebas e intervengan fiscales y jueces decentes . . .

En realidad, hay quienes creemos que el único antídoto contra este terrible veneno, la primera y principal acción frente a estas y otras conductas es su denuncia, para que las nuevas generaciones no se engañen. Y al menos le sea al sistema opresor y ventajero más difícil persistir en el engaño.

El “Educar al soberano”, tan desacreditado, incluso por el autor de la sabia expresión en su accionar político, es una medida imprescindible. Los clásicos vendedores de espejitos, armados de globos y mensajes tiernos, cuando no de estrategias demagógicas y discursos extensísimos, no tienen herramientas apropiadas para capturar la voluntad de los ciudadanos que comprenden la verdad.

Por eso es bueno “caminar la Historia”, incluso desde nuestro lugar de legos. Triangulando la información para que no nos “meloneen”.

Como este año se cumplen otros aniversarios “redonditos” y los hemos recordado (a nuestra manera y sin mucho éxito), no nos parece inoportuno volver a evocar el Centenario de la Reforma Universitaria (en Córdoba capital), entendiéndola como un proceso complejo y contradictorio, pero “bisagra” en nuestro mundo. Y que no sólo trascendió a otros ámbitos latinoamericanos, sino que parece haber “puesto flama” en otro fenómeno social bien recordado, por su cincuentenario en este caso:  el “Mayo francés”.
Pero parece ser que, en ambos casos, los efectos mediatos de esas luchas ejemplares que movilizaran a los jóvenes más próximos a las “casas del saber”, no serían tan dorados como soñaran sus protagonistas a la hora de la acción.

Al menos podremos en estas escasas reflexiones, considerar que mientras en el inicio de la Reforma, los estudiantes vieron y recurrieron al Presidente de la Nación  (electo democráticamente por sus conciudadanos -y por medio del voto secreto, universal y obligatorio, por primera vez en la historia argentina-), el Dr. Hipólito Yrigoyen, como merecedor de su confianza y garantía del éxito de sus reclamos revolucionarios, no dudaron en enfrentarlo sólo doce años después, favoreciendo el golpe de estado de José Félix Uriburu. Es cierto que había corrido mucha agua bajo el puente, en este río en cuyas mismas aguas no nos bañamos dos veces. Y “el peludo” don Hipólito había caído en la trampa de sus tramposos colaboradores y / o en las debilidades de la senectud. Ese mismo caudillo popular que había tenido la lucidez de señalar que  “Más le temo a los de adentro que nos quieren vender que a los de afuera que nos quieren comprar”. Tal vez por eso sostenemos que el problema no está en el  FMI, sino en quienes lo han ido a buscar.

Por otra parte, y volviendo a la Reforma cordobesa y su legado, entre los  reformistas no sólo hubo muy diferentes “camisetas políticas” (aunque el Manifiesto liminar podría hacer pensar que TODOS aspiraban a un mundo profundamente diferente) sino que terminarían  “desembocando” en riachos diferentes.

Muchos de ellos se encontraron en la gestión de un movimiento que retomaba las banderas reformistas, de transformación y unidad latinoamerica, democrática, antiimperialista, antimilitar, anticlerical y comprometida con su pueblo:  F.O.R.J.A. (la fuerza de orientación radical de la joven argentina), gestada en 1935.  Y  vale el comentario también de que en la provincia del Chaco, los restos de ese proyecto político son de los pocos que recuerdan y reclaman por la masacre de Napalpí.

En un escenario de creciente autoritarismo, incesante expoliación de los bienes de la Nación y desvergonzado-persistente fraude electoral (me hace recordar a los tiempos que vivimos… aunque me parece que desarrollan estrategias más prolijas…), FORJA fue derivando hacia un populismo que los reenfiló, casi sin excepción, hacia el peronismo. Entre sus figuras más destacadas, conviene reconocer a Arturo Jauretche (el de “Manual de zonceras argentinas”), Raúl Scalabrini Ortiz (el propulsor de la nacionalización de los ferrocarriles -pícara propiedad de los ingleses-), Homero Manzi (más conocido como autor de “implacables” –y en algún tiempo, prohibidas-  letras de tango). Tal vez también Crisólogo Larralde (“Para los hombres, para los pueblos, el problema no es cambiar de amo, sino suprimir el amo”).

Cuando FORJA se disuelve, allá por 1945, lo que queda no es siquiera un ideario monocorde y  definitivo, sino una voluntad por explorar la idiosincracia de nuestro pueblo y comprometerse con él, evitando los encasillamientos y las “recetas revolucionarias” que, muy a menudo, quedan para el entretenimiento de algunas minorías. Tal vez sea un  buen camino.

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info